‘ATLAS DE INNOVACIÓN URBANA: LIDERAZGO MUNICIPAL Y COMUNICACIÓN DE LA CIUDAD INTELIGENTE / GUIDEBOOK FOR INNOVATIVE URBAN LEADERSHIP’

URBAN 360º, the blog runned by Pablo Sánchez Chillón, Urban Affairs, Lawyer, International Speaker, Strategy and Public Affairs Advisor. Pablo is Co-founder of Eolex Citylab, Urban Innovation Advocates (Spain) & Sánchez Chillón Law Office (Spain) and leads the Urban Think Tank ‘ Foro Global Alicante – A City in Motion’. Check Pablo’s late contributions and keynotes here.
Por Pablo Sánchez Chillón. Abogado y CEO de Eolex Citylab y socio de Sánchez Chillón Abogados y Consultores de Innovación Urbana. Editor del blog Urban 360º y Experto en Public Affairs y Diplomacia Urbana. Director del Foro Global Alicante – ‘A City in Motion’.

20150812_191421~2‘ATLAS DE INNOVACIÓN URBANA: LIDERAZGO MUNICIPAL Y COMUNICACIÓN DE LA CIUDAD INTELIGENTE / GUIDEBOOK FOR INNOVATIVE URBAN LEADERSHIP’

Hace unas semanas publiqué la primera entrega de este armazón anticipado de mi ‘Manual para Digizens: Estrategias de Innovación Urbana y Comunicación de la Ciudad’, con el que aspiro a compartir con los (más de 100 mil) lectores de este blog, mi experiencia en el ámbito de la planificación estratégica de ciudades y algunas reflexiones sinceras sobre el Gran Teatro de la Innovación Urbana que se despliega ante nuestros ojos desde hace ya algunos años y cuyos entresijos he podido conocer en primera persona, desde la impagable posición de asesor de diversos proyectos innovadores impulsados por ciudades, mi condición de jurista cercano a los ámbitos públicos y de decisión política y mi felizmente consolidado rol de conferencista internacional en ámbitos de la Ciudad Inteligente, la nueva Gobernanza y la Diplomacia de de Ciudades, que me han permitido conocer muchos lugares, personas y proyectos reseñables (sea por sus virtudes e impacto sea por la carencia de los mismos).

Quienes leyeron la primera de las entregas de este ‘Manual para Digizens: Estrategias de Innovación Urbana y Comunicación de la Ciudad’, pudieron advertir que mi esencial objetivo al publicarla no era otro que huir de la autocomplacencia que nos rodea y del recurso a lo políticamente correcto para compartir con mis lectores una serie de opiniones personalísimas en torno a cómo están innovando las ciudades, por un lado, y a cómo están comunicando al mundo esa apuesta estratégica por la innovación (fundamentalmente de raíz tecnológica, aunque no exclusivamente), incorporando una visión crítica y constructiva al balance sobre el valor y significado que tal innovación urbana adquiere en la agenda y relato de las ciudades, cualquiera que sea el término que acuñen o adopten las municipalidades para su impulso (Smart City, Ciudad Digital, etc).

No en vano, la vigente primavera de la Innovación Urbana, a la que se destinan crecientes recursos económicos y humanos y que ha ganado espacio, ruido y caracteres en redes sociales y en medios de comunicación especializados –y significativamente, entre los de corte generalista-, aun constituyendo un interesante ejercicio de transformación de los modos de pensar y gestionar las ciudades que ha accedido a las agendas de gobierno municipales y ha generado virtuosos ejemplos de comunión entre tecnología y ciudad, se nos ha venido presentando de modo acrítico, uniforme y casi determinista en sus fundamentos y consecuencias, inasequible a la disonancia, la espontaneidad o el alejamiento de la norma y el algoritmo.

En este sentido, en estas líneas defiendo que se ha generado un paradigma comunicado de la Ciudad Inteligente muy condicionado por el relato corporativo y notablemente incompleto, fútil e insatisfactorio, que ha terminado por empequeñecer –tal vez por causa de tentativa de secuestro- el concepto plural de Ciudad, imponiendo un relato ‘Smart’ marcado por la gestión, los indicadores y las métricas del desempeño en la provisión de servicios y productos municipales, que ha ignorado sistemáticamente la rica dimensión híbrida y heterodoxa de lo urbano y las múltiples facetas y disciplinas en las que este espíritu de la ciudad se crea, recrea y manifiesta, que han sido arrinconadas por el discurso cegador y totalizador de la tebigstock-Follow-Me-button-42057016-720x514cnología y su reconducción semántica hacia los fundamentos del management.

Por esta razón, la ausencia de un enfoque crítico y plural respecto al paradigma de esta innovación urbana de base tecnológica, la falta de una sana distancia entre vendedores de servicios y productos Inteligentes y los constructores/divulgadores del relato de la innovación en la ciudad (ambos roles se solapan desde el origen) y la ausencia generalizada de iniciativas (o de interés) de los líderes municipales y sus equipos por incorporar una voz propia al relato comunicado de la innovación urbana más allá de los tópicos localistas declinados en clave de elemental marketing de ciudad, ha generado, a mi juicio, una doble y perniciosa consecuencia y una incómoda paradoja, que paso a describir a continuación:

Por un lado, lo que defino como sutil ‘colonización del campo semántico del concepto de la Ciudad’, y que consiste en el progresivo e intencional vaciamiento de contenido del rico y plural concepto de ciudad y de lo urbano y su impostada sustitución semántica – de la mano de las tecnologías aplicadas – por el de los servicios y productos vinculados a la gestión de sus contingencias, que ha terminado por copar el discurso de la innovación urbana. En su virtud, el relato de las Ciudades Inteligentes se ha convertido en mercancía insulsa, intercambiable e indistinguible, -como la comida que se sirve en los aviones- proyectando una imagen común, atribuible al efecto uniformador de la tecnología y la previsibilidad de sus consecuencias, de lugares y comunidades urbanas originalmente distintas entre sí, y que terminan confundiéndose en un relato descompuesto y parcial, definido por un elenco de utilidades, procesos y sistemas, plenamente compatible con los cánones de eficiencia y sostenibilidad (fundamentalmente financiera) que conforman el discurso de la Smart City y que son fuente de alimento y sostén para los devotos de los indicadores y los pergeñadores de rankings y clasificaciones de ciudades.

Por otro lado, lo que he denominado el ‘nuevo redentorismo tecnológico’, y que supone la constatación de que a este imperio de la visión instrumental de la Ciudad, y su progresiva sustitución semántica por el de los servicios municipales y su performance, carente de los matices de la originalidad, la belleza, el disenso o la elemental humanidad (por citar algunos deficit remarcables), se le añade el irritante tono salvífico y redentor del relato triunfante de la Smart City que ha terminado por imponerse en Congresos, publicaciones, blogs y catálogos de productos y servicios, y que a fuerza de prometer soluciones totales de base tecnológica a los crecientes males de nuestras ciudades, ha terminado por generar una suerte de lingua franca de la innovación urbana poblada de lugares comunes, métricas del detalle y de lo irrelevante, jerga científica tardo-digital y no pocos arabescos y piruetas del lenguaje, que anunciando la llegada de un nuevo tiempo y unos nuevos mesías pretenden colonizar otros ámbitos municipales, más allá de la pura gestión o como son los relacionados con la toma de decisiones o la el desempeño de la acción política y el liderazgo municipales.

Finalmente, y en clave de paradoja, pese a que esta instrumentalización de la acción de comunicación de los logros y desempeños de una Smart City fundamentalmente tecnologizada y previsible está agostando el relato de la innovación en las ciudades a fuerza de hacerlo aburrido e ininteligible y alejando de sí al común de los mortales, sus promotores, aplicando criterios pragmáticos y comerciales y un enfoque marcadamente tutelar, no han cesado de invocar, con la dedicación del médium que acompaña los firmes movimientos del vaso en la tabla ouija, el rol y protagonismo del ciudadano en todo este constructo, pese a su notable desinterés por este constructo mal comunicado en que se ha convertido la Ciudad Inteligente.

Por todo ello, y aun a fuerza de resultar incómodo en mis apreciaciones y dado el favorable impacto de la primera entrega, – a la luz de las veces que ha sido leído el texto y de las ocasiones en las que se ha cMANUAL PARA DIGIZENS PORTADAompartido, desmenuzado y adulterado en entornos digitales- y esperando que estas líneas puedan ser de utilidad para líderes y equipos multidisciplinares involucrados en proyectos de innovación de la ciudad, me dispongo a cerrar esta voluminosa serie con la última entrega que ahora comparto y que denominaré pomposamente “Atlas de Innovación Urbana: Liderazgo municipal y Comunicación de la Ciudad Inteligente / Guidebook for Innovative Urban Leadership”, anunciando ya que ambas entregas, que conforman mi ‘Manual para Digizens”, con su contenido y reflexiones debidamente adaptadas y actualizadas, cobrará vida editorial en otros formatos, plataformas y geografías en las próximas semanas, para satisfacción y alegría de su autor.

Sentadas estas premisas, y sin descuidar cuestiones transversales que afectana a la planificación, la organización, la gestión y la convivencia de múltiples actores e intereses en la ciudad contemporánea, como son, sin duda, la Política y el ejercicio del Poder, la nueva sociabilidad urbana, el Diseño de la ciudad, la Comunicación de la Innovación Urbana o la Gobernanza de estas nuevas Repúblicas de Datos en las que se han convertido nuestros territorios, en este ‘Atlas de Innovación Urbana: Liderazgo municipal y Comunicación de la Ciudad Inteligente’ nos acercaremos a la experiencias y relatos de Liderazgo, Planificación Urbana, Financiación, Marco Jurídico, Activos Intangibles, Diplomacia de Ciudades, Public Affairs, Urban Hacking o Economía Colaborativa, con estos 9 tips que completan los 8 Apartados (17 en total) que estructuraron mi primer post de este Manual para Digizens, y que junto a aquéllos, terminan de dar forma a su armazón y estructura. Espero que puedan resultar útiles (y algo polémicos, también).

Vamos allá.

(Para conocer los 8 Capítulos Previos del ‘Manual para Digizens: Estrategias de Innovación Urbana y Comunicación de la Ciudad’, pulsa aquí)

9.- CAPITANES DE LA INNOVACIÓN URBANA VS TELETUBBIES: LIDERAZGO, IDEOLOGÍA Y COMUNICACIÓN POLÍTICA COMO VECTORES DE CONSOLIDACIÓN DE UN TERRITORIO INTELIGENTE.-

En consonanciIMG_20150811_220253a con cuanto he manifestado en la introducción que precede al contenido específico de este ‘Atlas de Innovación Urbana’, mantengo firmentemente que la forma de comunicar la Ciudad Inteligente – y por extensión, la Innovación Urbana- no funciona, y habrá que cambiarla si queremos que el ímpetu que conecta Ciudad e Innovación supere la inevitable etapa del hype y pase a consolidarse como un productivo y duradero aporte a la ciencia aplicada de las ciudades, erigiéndose en testimonio tangible de la productiva e inevitable relación entre el constructo urbano, la tecnología (que llegó para quedarse) y la nueva sociabilidad que caracteriza la vida de los habitantes de las ciudades.

No en vano, y en no pocos casos, y a la luz del testimonio de determinadas conductas y reiterados comportamientos que empiezan a generalizarse, los urbanitas, los moradores de nuestras ciudades parecen haberse ido a vivir a las redes sociales, con indudable efecto sobre cuestiones propias de la convivencia y la organización de la vida comunitaria urbana como son, sin duda, la gobernanza, la participación, el urbanismo y la planificación o el quimérico compromiso ciudadano, que ha pasado a convertirse en la piedra filosofal de tantos mandatos municipales.

La apuesta por la innovación urbana -que termina convirtiéndose en un modo de ser, estar y parecer de la ciudad y de sus actores públicos y privados – implica, en no pocas ocasiones, una decisión estratégica de la ciudad y una decidida toma de postura de sus mandatarios, erigiéndose en consecuencia (y testimonio) de un nuevo liderazgo municipal, que encuentra en este vector de la innovación aplicada una herramienta y compromiso transversal de transformación –entendemos que para mejor- de las condiciones de vida en la ciudad, con evidentes efectos y consecuencias sobre ámbitos funcionales y organizativos del municipio y sobre un buen número de protocolos, procesos y decisiones que se llevan a efecto todos los días en nuestras urbes.

El compromiso radical por la innovación, por la atención y disposición permanente a sus retos y servidumbres y el estímulo a la generación de nuevas formas de entender, adaptar y gestionar la compleja realidad de las ciudades, incorporando al proceso al mayor número de actores e iniciativas posibles sólo es posible cuando de manera individual, sindicada o colectiva se consolida un liderazgo en la Ciudad que estimula ese compromiso general y al que se reconoce como motor y guía para el proceso, siendo evidente en no pocos casos de éxito que este rol de Capitanes de la Innovación, que tradicionalmente quedaba reservado a los Alcades y Alcaldesas, hoy se presenta más abierto que nunca, sumando al coro de patronos de la transformación a nuevos actores – públicos y privados- con capacidad para contagiar su ejemplo a los demás y generar un relato coral de la innovación de la ciudad.

En todo caso, no existe verdadera innovación urbana sin una estrategia esencial que marque un rumbo coherente para la ciudad y sin un liderazgo (insisto, mejor, compartido) que imponga el ritmo de necesario para la transformación y el cambio constante, contagiando esta ilusión por revisar, adaptar y mejorar cuanto ya se hace en la ciudad bajo la óptica de nuevas herramientas y estímulos que conforman, a su vez, un modo de hacer y de ser de la ciudad que la significa frente a otras (y que descansa en un estado mental generalizado de compromiso con este proceso innovador más allá del pragmatismo coyuntural y el cumplimiento estricto de un programa).

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La opción por la innovación permanente y transversal de la ciudad es una consecuencia de un modo específico de entender y ejercer el liderazgo municipal y de aproximarse a los problemas y soluciones de las comunidades urbanas que nace del bagaje cultural, profesional e ideológico de quien /quienes han de tomar las decisiones que impliquen la aplicación práctica de esa apuesta radical por la innovación transformativa de la ciudad. En este sentido, y frente a quienes defienden una visión asexuada de la innovación urbana – nacida del automatismo y el determinismo tecnológico, de la estandarización de servicios y productos y que se mueve por el ámbito de lo políticamente correcto y la ausencia de ideología – algo así como una Ciudad Inteligente dirigida por Teletubbies– mantengo que la natural apuesta por el cambio en la organización y en los procesos y modos de hacer municipales que acompaña a todo proceso de innovación urbana, viene precedida por una causa esencial e indispensable que determina la opción por un modelo o por otro distinto.

Me refiero, en este punto, a la existencia de un liderazgo político catalizador del proceso, que partiendo de un acervo en el que se combinan realismo, ideología, pragmatismo y cierto enfoque de trascendencia (el inevitable legado de todo Alcalde), compromete una acción de gobierno coherente con este espíritu innovador y transformador que afecta –como una virtuosa epidemia – a todos los ámbitos en los que la gestión municipal se despliega, abriendo un diálogo productivo con otros liderazgos concurrentes en la Ciudad (liderazgo empresarial, cultural, social, académico) que implica a los distintos actores que participan del diseño y ejecución de esta estrategia de innovación urbana y componen el relato polisémico y plural que define a un territorio como espacio fértil para la innovación.

En este estado de cosas, la búsqueda de un nuevo tono, ritmo y frecuencia para el relato de la Smart City, menos encorsetado y más libre y poliédrico, se convierte en una necesidad indeclinable para el éxito de iniciativas de innovación urlocal-politics-wwdbana aplicada y en testimonio de un liderazgo inteligente de la ciudad, indispensable en nuestros días si se trata de sumar el máximo consenso a un proyecto que se pretende duradero, más allá de las vicisitudes electorales o los cambios y sacudidas (cada vez más frecuentes) de ciclo económico y presupuestario.

En este sentido, y a modo de ejemplo, y tal vez por errores de enfoque, razones coyunturales, programas electorales y cierta justicia iconoclasta a la que no escapan los cambios de ciclo político, puede llegar a sorprender la diáspora de equipos y profesionales que se ha producido desde el mes de mayo de 2015 en no pocos Ayuntamientos liderados por gobiernos de la España municipal (desde donde escribo) que hicieron del relato de la Smart City su bandera, y que tras el vuelco político han reorientado (al menos, de momento) su agenda de gobierno y sus preferencias hacia cuestiones menos elevadas y tal vez mejor explicadas y entendidas por la ciudadanía. En este país, que alumbró la RECI (Red Española de Ciudades Inteligentes) y que cuenta con vibrantes testimonios de Ciudades Inteligentes de los que se habla mejor fuera que dentro, todavía es pronto para valorar esta nueva agenda municipal de la innovación urbana y su efectivo alcance y recorrido.

En todo caso, y en consonancia con cuanto vengo manifestando, si convenimos que los quiromantes y visionarios (en el más estricto sentido del término), los solo-tecnólogos, los salva-patrias, los vendedores de bisutería smart y los prestidigitadores del digital (tan necesarios y pertinaces en el momento de alumbramiento de un concepto como el de Ciudad Inteligente, como prescindibles conforme aquél se transforma y gana peso alcanzando la categoría de paradigma) han estado a punto de arruinar el relato de la Innovación Urbana a fuerza de reducirlo a la jerga comercial y al slang de los procesos, las plataformas y las medidas, exprimiendo sus ubres hasta abocarlo a una muerte anunciada por aburrimiento, parece llegado el momento de dar paso a un nuevo modo de concebir y contar la Ciudad Inteligente, uniendo a la orquesta de virtuosos a otros profesionales y enfoques más abiertos y dinámicos y a la colaboración y el compromiso de quienes habitan y dan carácter a las ciudades y territorios.

Nuestros ciudadanos, nuestros Digizens, dispuestos a comprometerse con proyectos identitarios y de progreso, en los que la participación y la contribución abierta y horizontal sea algo más que retórica. Capitanes de la Innovación Urbana vs Teletubbies asexuados.

10.- BARTLEBY HABITA EN LA CIUDAD INTELIGENTE: DEL “PREFERIRÍA NO HACERLO” AL “NOT IN MY BACKYARD”: ALIADOS, RESISTENTES Y ENEMIGOS DEL PROYECTO DE INNOVACIÓN URBANA.-

En cualquier lugar podemos toparnos con los Bartlebys, esos seres en los que habita una profunda negación del mundo, un nihilismo exasperante, especialmente irritante en escenarios de acción y determinación. Toman su nombre del escribiente Bartleby, el oficinista del relato “Bartleby the Scrivener: a story of Wall Street” de Herman Melville que, cuando su jefe, un abogado de Nueva York le encargaba un trabajo respondía siempre e indefectiblemente diciendo: “Preferiría no hacerlo”.

Como ya apuBARTntó el crítico literario francés Gilles Deleuze, la fórmula, “I would prefer not to”, utilizada por Bartleby no es una afirmación ni una negación. Bartleby no rechaza, pero tampoco acepta, avanza y se retira en su mismo avance, se expone apenas en una ligera retirada de la palabra. Sería un alivio para el abogado si Bartleby no quisiera hacer algo, pero Bartleby no se niega, solamente niega algo no preferido. Lo desolador de la fórmula consiste en que elimina tan despiadadamente lo preferible como cualquier no preferencia particular. Anula el término al que afecta y rechaza, pero también el otro, aquel que aparentemente conserva, y que se torna imposible.

Mi experiencia de trabajo me ha demostrado que cualquier proyecto de ciudad enfrenta, en no pocas ocasiones resistencias, oposición, apatía y desánimo general, poniendo a los líderes de la iniciativa frente al inmovilismo de las omnipresentes legiones de Bartleby y NYMBY presentes en todas las organizaciones y espectros de la vida en comunidad. Del prudente “preferiría no hacerlo” al NIMBY (“not in my back yard”) hay un camino muy corto que algunos tardan bien poco en recorrer. Conviene conocerlo.

Desde los freaks a los iletrados digitales, la gama de colores de grupos de interés y aliados/enemigos de tu proyecto de innovación urbana es amplia y diversa. En cualquier caso, todo proceso de planificación estratégica necesita de personas, método y tiempos compatibles con un proceso de reflexión serena y un enfoque analítico previo de contextos y realidades a los que nos enfrentamos, que se traduce no pocas veces en la necesidad de elaborar un elemental mapa de stakeholders y en la detección y activación de nuestros Digizens,- Digital Citizens, piedra angular de nuestro proyecto de innovación urbana.

En nuestras ciudades, crecientemente gestionadas a golpe del maldito tiempo real y con un gusto emergente por el exhibicionismo institucional en redes sociales (gobiernos y gobernantes que protagonizan extemporáneos y delirantes episodios de strip-tease como variante y sub-producto de la deseable transparencia gubernamental), resulta cada vez más inteligente, si de planificación estratégica de ciudades hablamos, situar y estimular a nuestros aliados y detractores en el proceso, aplicando criterios y herramientas de monitorización y detección de redes de influencia (digital y real) en las que testar nuestras iniciativas y modular, a priori, el discurso comunicacional. Un folio en blanco y un bolígrafo (y un ojo y oído expertos en el ágora digital) bastarán para dibujar un correcto mapa de stakeholders, indispensable para avanzar correctamente con nuestro proyecto.

Este esfuerzo por realizar nuestro mapa de grupos de interés, que implica la identificación, recuento y reclutamiento de apoyos para el proyecto, nos producirá gratas sorpresas, algunas decepciones y estimulará una rica percepción subjetiva de la arena en la que nos vamos a mover, permitiéndonos empezar a trabajar para sumar apoyos heterogéneos y productivos al proyecto de Innovación Urbana de la ciudad.

Los apóstoles de los recursos humanos, la psicología, gestión del cambio y de transformación digital de empresas y entornos de trabajo apuntan a la necesidad de adaptar roles, perfiles y competencias a los desafíos de esta sociedad híper-conectada en la que vivimos inmersos. Los Alcaldes, instituciones, empresas y colectivos que impulsan provectos de Innovación Urbana no necesitan acudir a los libros de gestión empresarial o, en última instancia, a los de autoayuda, para saber que una ciudad es un ente complejo, poliédrico y heterogéneo y que la unanimidad o las creencias monolíticas no son moneda de cambio habitual cuando se discute el modelo y el futuro de la ciudad, y el modo de conquistarlo.

Rosengård+broschureLa eventualmente sobrevalorada idea del consenso, tan necesaria en cuestiones de orden trascendental, está bloqueando la necesaria toma de decisiones y la capacidad de acertar y equivocarse de nuestros representantes legítimos, correlato del ejercicio de un liderazgo en la comunidad, que necesariamente en nuestros días debe equilibrarse con altas dosis de transparencia, rendición de cuentas y mayores espacios para la co-responsabilidad entre gobernantes y administrados. En todo caso, este ejercicio de la responsabilidad compartida, que no implica la renuncia al paradigma del liderazgo de las iniciativas, sino que lo enriquece y lo arraiga en la cultura política de la ciudad, implica la movilización pragmática por los impulsores de cualquier proyecto de trascendencia para la ciudad de un número creciente de actores públicos y privados, redes de conocimiento y cooperación y de una legión de influencers que ayuden a comunicar, difundir y motivar a otros interesados que completen el mapa funcional y emocional del proyecto, bajo ópticas de orgulloso sentimiento de pertenencia a lugares y colectivos en los que están sucediendo cosas interesantes.

En este punto los Digizens (Digital-Citizens) de cada ciudad, que participan plenamente de los valores de apertura, curiosidad y colaboración propios de la Cultura de Internet con la que se han criado y crecido junto a comunidades y colectivos familiares y relacionales con baja en presencia de lo digital, tienen un papel muy relevante al servicio del proyecto de Innovación Urbana, por lo que se hace necesario encontrarlos y sumarlos a la iniciativa desde fases muy tempranas de su adopción.

La batalla comercial global por entender y seducir a los Millennials se traduce en el ámbito de la planificación estratégica de las Ciudades Inteligentes por cartografiar e implicar a las comunidades locales de Digizens.

Como sucede en el deporte rey, una Smart City es mès que un club.

11. EL MENÚ DEGUSTACIÓN DE LA SMART CITY: DECONSTRUCCIONES, ESPUMAS Y ESFERIFICACIONES. WHO’S TO PAY?.-

[No volvería a suceder. No lo podía tolerar. Ni su ciudad ni él mismo lo merecían. Pese a disponer desde la última legislatura de una disruptiva Concejalía de Modernización e Informática y aun habiendo invertido no pocos euros del presupuesto municipal en tribunas de opinión semanales en el Diario Local y en no se qué software aconsejado por sus asesores más cercanos, el último ranking de innovación urbana, publicado por la más prestigiosa consultora del sector, relegaba a la ciudad al irritante puesto 83 de entre 90 municipios evaluados, otorgándole índices de innovación equivalentes a los de una república bananera y que, para mayor digusto del Sr. Alcalde, contrastaban con el inmerecido puesto en el top 15 conferido a su eterna rival, la ciudad vecina con la que se disputaba el liderazgo regional. Se acabó. Ya estaba bien. Se había resistido hasta la fecha, por indolencia, ignorancia y malos consejos de sus asesores, pero ahora, en los 2 años de mandato que le restaban y pensando en la reelección, Juan Alcalde convertiría a Zamunda en una Smart City. Costase lo que costase].

cocinero-humoDurante los últimos años, no pocos responsables municipales, gabinetes, asesores y empleados municipales integrados en equipos de confianza de los gestores políticos de la ciudad se han acercado al paradigma de la Smart City como el cliente que, o bien convencido o bien presionado por el entorno, decide acudir a un restaurante de comida de autor, con una o varias Estrellas Michelin adornando la carta del establecimiento.

Las sensaciones para el Alcalde/Alcaldesa y resto de comensales, con honrosas excepciones, habrían de ser las mismas: me presentarán un menú degustación sofisticado, que estoy obligado/a a entender y apreciar (el hidrógeno en la cocina del chef encuentra su parangón en el ámbito de la Smart City en la toma de decisiones en tiempo real) y que en todo caso, sospecho que me va a resultar caro, muy caro.

Además, al terminar de comer, y tras tanta deconstrucción, espuma y petit fois gelificados, tendré que mostrar comedida sorpresa y satisfacción, y la urgente necesidad de compartir confidencias y detalles de la sesión iniciática con mi entorno más cercano, ahora que he pasado a integrar el universo gourmet de la innovación urbana. Tras pagar la cuenta, y superada la fase de sonrisas nerviosas, carraspeos y miradas huidizas del interventor y tesorero municipales, sólo cabe mostrar una adhesión inquebrantable al tiempo real (vulgo, hidrógeno), las plataformas y los indicadores de gestión de la ciudad.

A pesar de forzar algo la caricatura, -recurso argumental que me sabréis perdonar-, me dispongo en este punto a analizar los logros y desventuras financieras de las Ciudades Inteligentes, que se han convertido en no pocas ocasiones en el verdadero frente de batalla de los Capitanes de la Innovación Urbana.

Durante estos años he tenido conversaciones previas y coetáneas al lanzamiento de estrategias de Innovación Urbana con municipios históricamente derrochadores, Alcaldes notables por su prodigalidad, gestores ambiciosos, dirigentes prudentes y munícipes de una austeridad de proporciones cuasi-bíblicas y en todas ellas, la cuestión económica fue pasando a un segundo plano a medida que nos cuestionábamos las dimensiones, acciones, alcance, identidad, apoyos y vocación de permanencia de los proyectos más allá de las ilusionantes fases que acompañan a su diseño y lanzamiento.

Desde luego, en no pocas ocasiones, todo el proceso ha comenzado después de recibir en las sedes municipales irrechazables ofertas de adquisición de #plataformasholísticasdegestiónintegraldelaciudad, bajo costosas licencias y sistemas propietarios cerrados, en los que no se contemplaba la posibilidad de recibir aportaciones de desarrolladores externos y ante los cuales, los propios sistemas informáticos municipales y sus unidades de gestión debían adaptarse –cuando no claudicar-indisponiendo de partida frente al proyecto a un buen número de empleados públicos a los que luego – así es la vida- había que formar y cualificar para la utilización de esas sofisticadas herramientas bajo un nuevo esquema de honorarios presupuestado por el titular de la licencia (salvo en lo referido al mantenimiento de la herramienta, cuyos arcanos quedaban reservados para los empleados de la compañía proveedora). En todo caso, nada nuevo bajo el sol que no suceda en entornos públicos y privados regidos por las sanas leyes de la oferta y la demanda.

RESET

De cualquier manera, cuando desde las instancias municipales han pedido mi opinión sobre este particular, y tras un estudiado mohín, me he limitado a plantear que la inevitable y apriorística identificación de la Ciudad Inteligente con el despliegue indiscriminado de plataformas tecnológicas para la gestión de los servicios municipales, bajo ópticas de pura eficiencia y optimización del gasto y el triunfo de una cierta obsesión por el control y las métricas asociadas a una visión tecno-reduccionista de la Smart City terminarían por bloquear reflexiones algo más profundas y oportunas sobre el modo de organización de la ciudad, las relaciones de la población con la tecnología (ubicua) contenida en los dispositivos móviles y la traslación de estos modos y comportamientos a las relaciones de estas comunidades urbanas e individuos con las infraestructuras urbanas, los servicios municipales y los núcleos de ejercicio del poder municipal y la gobernanza, redudciendo la visión de un mapa y relato de la ciudad mucho más completo, diverso y rico que el percibido bajo la sola óptica de la eficiencia y la eficacia en la provisión de servicios públicos.

Pensar en la ciudad como espacio fértil para la innovación abierta y para la interacción dinámica del ciudadano-usuario-empresa con una infraestructura urbana hackeable, modificable y mejorable, invocar una visión de lo urbano como laboratorio de experimentación de soluciones abiertas a las aportaciones interesadas y desinteresadas de terceros y la creación de capas de valor añadido sobre el diseño y prestación de los servicios, unidas a la utilización programada de recursos yacentes de la propia Ciudad (repositorios de datos/open data, planificación urbana, equipamientos e infraestructuras públicas, calendario de eventos de concejalías y negociados y el talento y la motivación de los individuos que conforman las comunidades urbanas residentes y el de aquellos que aun no residiendo, muestran un interés intermitente por el presente y futuro de la ciudad) proporcionan una visión ampliada de las posibilidades de aplicar estrategias y experiencias de innovación urbana a la ciudad, desmontando no pocos mitos y ciertas fuerzas deterministas que asocian Ciudad Inteligente con elevados dispendios de recursos públicos, naturalmente escasos en nuestros días.

Por este motivo, la elección razonada, la toma de decisiones y el papel de la política (y también el de la ideología) cobran una especial importancia en este punto, comprometiendo un umbral de inversiones públicas (y privadas) muy dispar según la estrategia, el paradigma y el método seguidos para ahondar en las inteligencias de la Ciudad.

La elección de modelo y prioridades para la inversión no es irrelevante, desde luego, y lamentablemente queda sometida a los devaneos de la política municipal, las alternancias de gobierno y las visiones partidistas y cortoplacistas que impiden pensar en proyectos de envergadura y fortaleza para las ciudades más allá de las servidumbres partidistas, tan recurrentes en estos días en el caso de no pocos proyectos de Innovación Urbana en España –desde donde escribo- tras el vuelco electoral de mayo de 2015 en el ámbito municipal que ha provocado actitudes que van desde el táctico control de daños (esperando a ver qué sucede en las próximas semanas) el obstruccionismo más flagrante frente a los proyectos de las corporaciones anteriores, la tozudez de los desalojados del poder de defender proyectos inviables muy personalistas o la indiferencia general de la ciudadanía frente a la política de ghetto y silos, tan perniciosa para las ciudades.

Desde luego, la cuestión de la financiación (pública) de la innovación urbana y la Smart City ha sido y será un campo de preocupación radical para los Ayuntamientos y las empresas que pretenden alentar proyectos realizables en las ciudades, y aunque siguen existiendo líneas públicas de financiación gubernamental e institucional, y cierta disponibilidad para apoyar económicamente pilotos y enfoques Lab, lo cierto y verdad es que la Colaboración Público-Privada, como quiera que se decline en cada país o región, ha de ganar peso para viabilidad y éxito de estas iniciativas.

Además, y si del ámbito privado hablamos, el crowdfunding, el capital semilla y las inversiones en start-ups que desarrollan productos y servicios para las ciudades son cada día más consistentes, aunque lo cierto y verdad es que, como he defendido en algunos lugares, echo de menos en todo este proceso de involucración empresarial y privada en el futuro productivo de las ciudades a las pequeñas y medianas empresas (pymes), cuyo papel en este ámbito es muy minoritario hasta la fecha. En todo caso, empresas, emprendedores e inversores necesitan de un marco jurídico dinámico y adaptado a las nuevas realidades, cuya definición, para desgracia de Ayuntamientos y municipalidades, descansa no pocas veces en otras instancias de poder, sean estas regionales o estatales.

En todo caso, los enormes e intermitentes recursos de financiación procedente de la Unión Europea para las ciudades del club europeo, verdaderos torrentes primaverales de intensidad variable ligados en no pocos casos a la innovación urbana y las Smart Cities y satélites (Internet de las Cosas, Big Data, modernización de infraestructuras etc), y su equivalente en otras regiones a través de ayudas a fondo perdido o generosas subvenciones de organismos multilaterales (Banco Mundial, BID, CAF, Findeter etc) han ayudado a lanzar multitud de iniciativas en muy distintos lugares, aun a fuerza de distorsionar el juego de la libre concurrencia y la reflexión sobre la verdadera incidencia y prosperabilidad de los proyectos en ausencia de esta financiación (semi) gubernamental, posponiendo reflexiones ya clásicas como las que cuestionan la existencia de un verdadero modelo de negocio vinculado a la Smart City.

No puedo dejar de citar, por concurrente, la iniciativa lanzada en España por la entidad pública empresarial Red.es, adscrita al Ministerio de Industria Energía y Turismo, que en otoño de 2014 lanzó la primera llamada para selección de los ayuntamientos participantes en la “Primera Convocatoria de Ciudades Inteligentes” de la Agenda Digital para España, que contaba con un presupuesto total de 15 millones de euros y de la que se beneficiaron 27 ciudades del país y ha la que ha sucedido una segunda convocatoria, abierta en julio de 2015 que pretende invertir otros 78 millones de Euros en proyectos de Smart Cities para el país, y que constituye un testimonio tangiiblede financiación pública de la innovación urbana.

En el mismo sentido, cabe citar el programa “Efisio, finanziare città intelligenti” lanzado por el ANCI (Red de Municipios de Italia) para finaciar la innovación urbana de las regiones del Sur del país, así como otras impulsos globales a la financiación de la innovación urbana como el Iniciativa ‘Ciudades Habitables con Bajo Nivel de Emisiones de Carbono (LC2)para apoyar la planificación del desarrollo con un enfoque climático inteligente y bajo nivel de emisiones de carbono, y la obtención de flujos de financiamiento en ciudades de países en desarrollo, lanzado por el Banco Mundial en 2013.

12. UN EJÉRCITO CON GAFAS DE PASTA: SACA A LAS CLASES CREATIVAS DE LOS LIBROS DE RICHARD FLORIDA Y PONLAS A TRABAJAR POR TU CIUDAD.-

[Barcelona, noviembre de 2013, Smart City Expo & World Congress: no cabe un alma en el atestado salón plenario. Lejos del rumor y el tintineo luminoso de gadgets y el inquietante vuelo de los drones en el espacio de la feria, la grey de la innovación urbana, -entre quien se sitúan quien esto escribe-, aguarda el Keynote de Richard Florida, el apóstol de las ‘Clases Creativas’, con una mezcla de expectación y reverencia que no se recuerda en otras conferencias magistrales pronunciadas en esta Catedral pop-up de las Ciudades Inteligentes. En el ambiente flota una mezcla de espiritualidad new age, refuerzo colectivo y solemne gravedad – no en vano, todos somos jóvenes, modernos y urbanitas y esperamos reconocernos en el relato del orador- y esperamos abandonar la sala renovados en nuestro ímpeto creativo || Enseñanza: Arquitectos, sociólogos, abogados, profesionales de la comunicación (y otros muchos), es hora de que se sumen a la Estrategia de Innovación Urbana de su municipio; los Consultores de Tecnología están exhaustos].

gafapastasA Richard Florida, autor para el que la humanidad no conoce un término medio en la escala de afectos (o se le ama con pasión de adolescente o se le odia como sólo lo saben hacer los actores de culebrón venezolano) hay que reconocerle el mérito de haber lanzado hace algunos años al mundo la franquicia de las Ciudades Creativas y haber puesto a discutir a la mitad de quienes se dedican a las ciudades con la otra mitad del par, en torno a la caracterización, peso e influencia de las denominadas Clases Creativas en el devenir de nuestros territorios.

Nos podrá gustar más o menos The Rise of the Creative Class y las conclusiones a las que llega su autor y podremos mostrar mayor o menor conformidad con el trinomio Tecnología Talento y Tolerancia como receta mágica para las métricas del éxito y la creatividad urbana, pero desde luego, el paradigma de la Creative Class ha servido –en sus múltiples varientes y sucedáneos- para humanizar el debate sobre la innovación urbana y reivindicar el papel y el compromiso de un buen número de actores de muy heterodoxo pelaje con el futuro de nuestras ciudades, especialmente tras la irrupción del enfoque de las Smart Cities (por cierto, que últimamente, el Sr. Florida y tras un cierto desgaste del molde de la creatividad ha apuntado a la conformación de una nuevo aproximación a las Relaciones Internacionales insistiendo en el emergente rol de los Alcaldes, promoviendo iniciativas como el Parliament of Mayors que describo en mi serie de ensayos sobre nueva Diplomacia Urbana.

En cualquier caso, y como hemos venido apuntando, en no pocas ocasiones, se ha considerado que la Smart City es cosa de tecnólogos, freaks o vendedores de humo. Sin andar demasiado desencaminados quienes han criticado este enfoque de Club de elites en torno a la Innovación Urbana, especialmente cuando se pretende asociar el modelo a un determinado patrón, producto o servicio, lo cierto y verdad es que, al menos durante bastantes meses desde la llegada a la Tierra de las naves de Urano llenas de alienígenas que nos hablaban de los beneficios de las Ciudades Inteligentes, el relato de la Smart City estuvo en manos de una legión de tecnólogos, que propugnaban soluciones totales para los problemas de las ciudades, encontrando un cierto y erótico deleite en el gadget y el artefacto, que empobreció demasiado –con notables excepciones- el discurso de la Ciudad Inteligente, sometiéndolo a un (in)justo y furibundo ataque de los contrarreformistas tardo-digitales.

Quizá por ello, y al margen de las envenenadas saetas venidas desde posturas asociadas a la ideología, a los omnipresentes intereses comerciales y materiales y a unos pocos vivos que pronto abrazaron el (lucrativo) rol de enfants terribles de la innovación urbana, los más furibundos ataques al paradigma de la Smart City han llegado desde las trincheras de quienes han sido tradicionalmente parte activa de aquel proceso que retóricamente se llamó “hacer ciudad” –fundamentalmente Arquitectos y Planificadores Urbanos- y que, por múltiples razones que expongo sin ánimo de polemizar (cambio/empeoramiento de ciclo económico, crisis de la profesión, exceso de autocomplaciencia y errónea percepción de un cierto monopolio intelectual sobre la forma y función de la ciudad, además del indudable desajuste producido por la irrupción y evolución de la tecnología, coherente con el sufrido por otros gremios) se convirtieron en guardianes de una ortodoxia intelectual asociada con la planificación y el diseño urbano poco compatible con un contexto de creciente especialización profesional (sí) pero al servicio de una inteligencia conectada y reticular.

Por suerte, esta realidad está revertiéndose de manera progresiva (la tecnología, y especialmente aquella que despliega sutilmente sus efectos en la ciudad se ha convertido en una esencia, propiedad, capa (o commodity) al servicio de quienes diseñan o adaptan los entornos urbanos y está presente no sólo en el modo en el que se ejercen estas profesiones sino en la materia viva con la que se trabaja y los profesionales de aquello que tradicionalmente se ha llamado las “Humanidades” están empezando a entender y dar forma positivamente al discurso y relato de la Ciudad Inteligente.

Algunas ciudades, sea desde un enfoque privado, como ha sucedido en Bristol o Venecia, o desde el ámbito de lo público, como en Viena  o la propia ciudad de Elche (España) con la que colaboramos en la definición de su Estrategia Smart City han incorporado un enfoque interesantemente creativo al diseño de la estrategia de innovación urbana de la ciudad, enriqueciendo los matices y las aportaciones al debate.

IgualmeIMG-20150515-WA0002nte, y en lo que al gremio de la Arquitectura se refiere, resulta interesante recuperar, como testimonio reciente de esta natural apertura hacia nuevas posturas más conciliadoras con la evolución de los tiempos y menos ombliguistas entre los profesionales de la ciudad, el programa de la candidatura del recientemente elegido influyente Decano del Colegio de Arquitectos de Madrid, José María Ezquiaga, con su toma de postura ante las Smart Cities desde el mundo de la Arquitectura.

No en vano, algo se está moviendo de manera interesante en el mundo de los profesionales que tradicionalmente asumieron el encargo de la planificación y diseño de las ciudades, como pude comprobar recientemente con ocasión de mi participación, el pasado 2 de junio de 2015, en el evento “Law & Art” impulsado por la firma legal Clifford Chance en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. En mi calidad de jurista y opinólogo urbano, fui invitado a participar en un excelente coloquio en torno a la Arquitectura Contemporánea, el Urbanismo y la Ciudad en su dimensión simbólica y espectacular, que reunió a más de un centenar de espectadores en las extraordinarias instalaciones de este importante Museo español, situado en la milla cultural de la capital de España, compitiendo espacio y espíritu con una interesantísima exposición sobre el pintor extremeño Francisco de Zurbarán.

Dirigidos por la mano experta del Director Artístico del Museo Thyssen, Guillermo Solana, los tres insignes y laureados Arquitectos nacionales intervinientes (Emilio Tuñón, Ángela García de Paredes de Falla y Luis Fernández-Galiano) y el jurista en permanente impostura estratégica y tecnológica que escribe estas líneas, tuvimos ocasión de conversar en torno a algunas de las cuestiones que acucian al sector del urbanismo y la arquitectura en nuestro país (España), así como abordar otros enfoques que apuntan a las ideas de participación, identidad, cultura y sociedad urbana, sin dejar de lado algunas cuestiones de orden político e ideológico en torno al diseño, la organización y la jerarquización de los espacios compartidos de la ciudad.

El debate discurrió a caballo entre las cuestiones relacionadas con el papel del patrimonio y la cultura en las ciudades (la conversación se desarrolló en un notabilísimo Museo), el rol de la política y las decisiones gubernamentales en relación con su protección y defensa, la conformación de agendas públicas y privadas que afectan y condicionan el urbanismo y la arquitectura de las ciudades, el papel de la tecnología en el diseño y uso de las ciudades y los nuevos aprovechamientos del espacio urbano vinculados a la aparición de realidades mediadas por los gadgets y la hibridación físico-digital que están obligando a repensar nuestras ciudades ahora que la gente se ha ido a vivir a las redes sociales.

En todo caso, con ocasión del desarrollo del debate, fue interesante conocer cómo la Arquitectura, profesión que tradicionalmente ha sido porosa a la influencia y la colaboración con otras ciencias y disciplinas tiene el deber y la necesidad de aprehender la nueva realidad de la ciudad intervenida por la tecnología ubicua y detectar, en tres veteranos y laureados arquitectos españoles una disposición, más allá del relato cortés, para compartir liderazgos de equipos y proyectos en el diseño de la ciudad del siglo XXI. No es inoportuno decir que este Law & Art ha supuesto, sin duda alguna, uno de los momentos excelentes del año 2015 para quien esto escribe..

13. “BE CITY, MY FRIEND”: TANTA TECNOLOGÍA, Y AL FINAL LA CLAVE ERA EL TERRITORIO.-

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En sintonía con el discurso de la adaptación y la modernización urbana con ayuda de la tecnología y la visión de la Smart City, parece conveniente apostar, cuando se plantea una reflexión estratégica en torno a la Innovación Urbana, por incorporar la visión centrada y orientada a la experiencia del usuario/ciudadano (UX) tan natural en un momento como el actual en el que se ha producido un proliferación de interfaces personalizados y actuaciones mediadas por la tecnología, aplicándola al diseño y planificación de los espacios, infraestructuras y equipamientos de la ciudad, tomando en consideración la nueva sociabilidad urbana que caracteriza a las comunidades que habitan las Ciudades.

Si convenimos que el papel de la ciudad, en una era marcada por la impactante presencia de lo digital en nuestras vidas y por la emergencia de los discursos y relatos transmediáticos (de transmedia) ha quedado relegado, en no pocas ocasiones, al de una suerte de deambulatorio de zombies absortos en pantallas y gadgets que se desplazan de un punto A a un punto B sumergidos en estimulantes realidades digitales, y aceptamos que la lista de prioridades de los nuevos ciudadanos con respecto a la ciudad construida y sus infraestructuras y servicios pueda estar cambiando (priman la conectividad ubicua a internet, la funcionalidad y cede el interés por el ornato, la belleza y la espectacularidad frente al empuje pragmático y la distracción y desconexión digital) podremos empezar a diseñar y utilizar los espacios de la ciudad para acoger nuevos usos compatibles con los tradicionales.

Ante una epidemia digital que no parece remitir y que aleja al ciudadano –al menos, temporalmente- del espacio construido y forjado en torno a identidades compartidas con los demás a base de interacción física, parece más que conveniente empezar a diseñar estos espacios urbanos pensando en la nueva sociabilidad que caracteriza nuestra vida urbana contemporánea, ampliada hasta el paroxismo digital por los dispositivos y la multiplicidad de pantallas pero empobrecida en el plano de las relaciones interpersonales y la interacción física con el territorio y las infraestructuras urbanas, especialmente cuando nuestras ciudades siguen siendo ordenadas y diseñadas según patrones y modelos del siglo XIX.

El buen diseño interactivo (Interaction Design), la dinámica de juegos y recompensas (Gamification), el urbanismo táctico que promueve la adaptabilidad de los espacios a los usos cambiantes de la sociedad y la reversibilidad de sus atributos y características son algunos de los recursos por los que conviene apostar –como activos fijos urbanos- a la hora de diseñar estrategias y proyectos de innovación urbana, superando las resistencias impuestas por un modo tradicional de hacer ciudad, que procura espacios, usos e infraestructuras sin contar con su eventual dinamización y transformación dinámica por la acción de los miembros de una sociedad urbana cada vez más colaborativa y conectada en redes pero aquejada por el mal de la distracción masiva y los déficits crecientes de atención.

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Por esta razón, la batalla por el compromiso de los Digizens con nuestras Ciudades Inteligentes (y el éxito del paradigma Smart City) pasa, a mi entender, en primer lugar, por el impulso, a través del diálogo interactivo entre el hardware de la ciudad y los usuarios/habitantes que la moldean y la transforman cada día, de una nueva experiencia de ciudadanía ampliada (me gusta llamarla Urban Hacking). En la misma línea, no menos importante resulta, a mi juicio, la adaptación de las infraestructuras urbanas a los nuevos usos ciudadanos (conectividad, nueva iconografía y señalética en las ciudades, iluminación dinámica y personalizada, mobiliario urbano adaptado, cargadores de dispositivos e incluso, el radical y consciente bloqueo total de señales de wi-fi en lugares consagrados a la pureza de las relaciones interpersonales sin mediación alguna), canalizando procesos compartidos de compromiso y creatividad entre instituciones, empresas y ciudadanos que contribuirán a la buena reputación global de nuestras Smart Cities y a hacer de ellas espacios vivos, habitables y crecientemente entretenidos, de los que valga la pena formar parte activa y dinámica.

En este proceso, la intervención sindicada de todos los actores de la ciudad, públicos y privados, así como la remoción de obstáculos administrativos y la adaptación de las siempre pesadas estructuras y sistemas jurídicos y organizativos en los que descansa la organización de la convivencia urbana se hace del todo necesaria, impulsando un nuevo enfoque de innovación abierta y un liderazgo compartido y orgulloso del proceso (que se nutre del Made In y el Made By de la Ciudad) sobre el que consolidar progresos y avances tangibles para la ciudad que deben ser, como vengo insistiendo tozudamente, bien comunicados.

De acuerdo con los usos imperantes en la poética en lengua castellana, un verso de de arte mayor (de ocho sílabas o más), en contraposición al denominado verso de arte menor, con menos sílabas, suele considerarse apropiado para temas graves y trascendentes y se utiliza más en la lírica culta que en la popular –o menos relevante- espacio este más natural para el versificado en arte menor.

spy-sreet-urban-art-3918-zoomAlgo así pasa con las prioridades y enfoque de las Estrategias de Ciudad Inteligente cuando a normativa urbanística y de planificación territorial nos referimos a la hora de su definición: como le sucede al necio que mira el dedo cuando el sabio apunta a la luna, todos los dedos apuntan al arte mayor de la planificación urbanística y sus grandes decisiones y hallazgos y muy pocos atienden al factor transformador del arte menor de los instrumentos jurídicos municipales, las ordenanzas locales y a la interpretación de otras normas que, aun teniendo un origen no municipal, despliegan sus efectos en el entorno de la ciudad facilitando procesos y enfoques favorables a la Smart City. Algunos de los procesos más exitosos de Innovación Urbana municipal han descansado en una gestión inteligente de estas herramientas jurídicas de arte menor, que han anticipado los efectos descritos en ese palimpsesto de deseos e intereses en el que se convierte el instrumento de ordenación urbanística del municipio (denominados en distintos lugares como Plan General, Planes Urbanos, Planes de Desarrollo Urbano etc).

Si, por ejemplo, obtener una licencia de apertura temporal y reversible para un negocio pop-up en tu municipio (muy habitual en grandes capitales como recurso comercial vinculado a la cultura de internet y las marcas reconocidas en ámbitos digitales), requiere de varios informes sectoriales, dos visitas de un técnico, un proyecto formal, tasas genéricas, fianzas, sobres lacrados y papel timbrado y varios meses de tramitación, lo más probable es que este tipo de actividades, que sirven para dinamizar entornos comerciales y congregan por un tiempo determinado a legiones de seguidores con fuerte sentimiento de pertenencia a comunidades (fundamentalmente digitales), no se produzcan jamás en tu entorno territorial, siendo la única barrera de entrada para este tipo de negocios la existencia de una legalidad urbanística menor anclada en el pasado.

Por tanto, desde mi punto de vista, resulta extremadamente útil (e inteligente) plantear, por un lado, un Urbanismo de Arte Mayor alienado con la Estrategia de Innovación Urbana del municipio, que implicaría asumir la capacidad del Plan General de Ordenación Urbana del municipio como facilitador de la implantación de una estrategia de Ciudad Inteligente, incorporando procesos, herramientas y visión que permitan adaptar su contenido y protocolos para su elaboración a la visión Smart City (Urbanismo Participativo, papel de la Tecnología, Diseño UX, Reversibilidad de Usos, Urbanismo Táctico etc) y alentar, por el otro, un ejercicio inteligente del Urbanismo de Arte Menor, que permita incorporar la visión de Ciudad Inteligente a los instrumentos jurídicos municipales menores y derivados, arrastrando en este proceso a multitud de profesionales del sector, que pueden convertirse en actores principales del proceso de planificación estratégica para la innovación urbana del municipio.

2-Contemporary-Art-Boston-Art-Underground-Boston-Untapped-Cities-Julia-Hudson.jpg.21-PMPor otro lado, la aparición de nuevos usos y procesos vinculados a la denominada economía colaborativa de eminente raíz urbana va a producir – si no lo está haciendo ya- una significativa transformación y re-ordenación de los espacios públicos compartidos de las ciudades, además de una reflexión de orden pragmático sobre cuestiones de naturaleza infraestructural, más relevantes en ámbitos como la movilidad (espacios, playas de estacionamiento para vehículos compartidos, por ejemplo) así como una progresiva y melancólica retirada de hitos y signos urbanos que perecen por el paso del tiempo y la llegada de nuevas herramientas tecnológicas y nuevos productos y servicios vinculados a estas nuevas economías urbanas.

Mientras estas reflexiones de orden funcional no se incorporen a los instrumentos de ordenación territorial y al corpus legal que rige los usos y actividades permitidos/restringidos en nuestras ciudades, nos encontraremos con el imperio de la improvisación, la osadía e inconsciencia del pionero y los conflictos larvados por ausencia de una mínima ordenación de estas nuevas actividades y aprovechamiento de los espacios comunes de la ciudad, además de recurrentes titulares de prensa sobre las fricciones entre actividades e intereses.

En este sentido, los crecientes problemas de aglomeración de vehículos y usuarios de la aplicación Bla Bla Car en las inmediaciones de una gasolinera cercana a la madrileña Estación de Atocha, es paradigmático para ilustrar estas contradicciones entre diseño de espacios y usos sobrevenidos del mismo derivados de la implantación de nuevos hábitos y de la economía digita, y sus efectos sobre el territorio.

14. VINDICATIO DE ANDY WARHOL: TODO EL MUNDO DEBERÍA TENER DERECHO A 15 MINUTOS DE GLORIA.-

tumblr_mszib6PdHq1s59ohco1_500Lamentablemente, todos somos prescindibles. Sin perder de vista cierto sentido de trascendencia temporal y un enfoque cercano al imperativo categórico kantiano, resulta tentador y un error irreparable el dejarse atrapar por la épica del empeño de modernizar ‘a divinis’ a tu ciudad a través de una decisión precipitada no sometida a cuestionamiento crítico.

Sin embargo, y aunque como reza el dicho, ‘Roma no fue construida en un día’, el exceso de prudencia y una visión obsesivamente estratégica pueden hacer embarrancar una iniciativa de innovación que parte de un liderazgo ejercido en los términos descritos en apartados anteriores. En cuestiones de innovación urbana y tecnología, todos tenemos derecho a la efímera gloria Warholiana, razón por la cual resulta más que recomendable aplicar visión prospectiva pero buscando tus quick-wins. Podrás disfrutar del momento de gloria (y la ciudad te lo agradecerá).

Para desgracia de los canteros, los estilitas (que no estilistas) y algunos vates de prosa encendida siempre dispuestos para una loa, discurso o pregón, nuestras ciudades han perdido progresivamente la vocación de reconocer los méritos y virtudes de sus notables vecinos mediante la erección de monumentos conmemorativos o la dedicación de calles en su honor (es verdad que el delirante proceso de urbanización de los últimos años agotó el recurso a los héroes locales obligando a no pocos Ayuntamientos a acudir al Zodiaco, al Olimpo griego o cuando no, al ramplón abecedario, para bautizar al aluvión de nuevas calles y plazas surgidas del boom inmobiliario).

Aunque las plataformas de crowdfunding están devolviéndonos imágenes y ímpetus de suscripción colectiva con cierta incidencia en los espacios urbanos, lo cierto y verdad es que las cuestaciones populares para la erección de monumentos y placas conmemorativas han ido desapareciendo de las agendas municipales, recayendo esta responsabilidad neo-adánica de dar nombre a calles e infraestructuras de la ciudad en la opinable ocurrencia de promotores o urbanizadores, y en su defecto, en la finura experta de los Departamentos de Estadística municipales, sin espacio para el arrobo o la glosa decimonónica (por cierto, conozco a cierto empleado municipal que con una mezcla de ironía y amargura se jactaba de haber dado nombre a más de 100 calles en los últimos años y confesaba haber agotado sus fuentes de inspiración).

En todo caso, no pocos munícipes, aun pensando en el bien común y ciudadano, se han dejado arrastrar al campo de la épica echando mano del recurso a la innovación urbana y las herramientas digitales, pretendiendo fundar una nueva Cartago sobre las cenizas de sus ciudades que sesteaban en los meandros de la normalidad contemporánea. Esta actitud, tan humana como incompatible con los tiempos que vivimos, siempre me hizo recordar esa genial dialéctica entre táctica y estrategia del poema de Mario Benedetti, aunque adaptada al liderazgo municipal, menos dado a la poesía latinoamericana.

Quienes nos movemos en este pequeño universo de las Ciudades Inteligentes tendemos a pensar que aquellos que ni siquiera han oído hablar de ellas caerán rendidos ante sus encantos, que se desplegarán cuando la estrategia/proyecto hayan alcanzado un grado de realización notable. Creo, honestamente, que esto es un error. La experiencia de algunos proyectos desarrollados en diversos lugares del mundo nos anima a pensar que una estrategia asimétrica basada en pequeños éxitos y conquistas en el corto plazo que bien comunicados sirvan de catalizadores agregados de los objetivos e hitos sustantivos del proyecto generan mayor impacto y resultados que otras fórmulas más clásicas de planificación estratégica.

Desde mi experiencia, y sometiendo a crítica mis opiniones, apuntaría dos recursos esenciales para ayudar a consolidar esta consecución de quick-wins en un proyecto de Ciudad Inteligente: por un lado, una visión permanente de la ciudad como un verdadero ‘Lab’, como espacio híbrido físico/digital para la experimentación de soluciones y recursos visibles para los habitantes/usuarios y medidos en su impacto y alcance, aprovechando ese indudable “efecto wow”, la capacidad de sorpresa que ofrece la tecnología.

alone-togetherY por otro, la necesaria comprensión por parte de mandatarios, empresas, profesionales de la nueva sociabilidad urbana que caracteriza a las comunidades que habitan las ciudades, marcadamente tecnologizadas, alternativamente colaborativas y egocéntricas, híper-activas en redes digitales y algo más apáticas en entornos reales y sometidas a un torrente de sobre-información que provoca crecientes déficits de atención y un marcado pragmatismo existencial, participando de aquel modo de vida que la aguda socióloga Sherry Turkle denominó “Alone-Together” (de momento nos basta con saber que las tarifas de roaming y los planes de datos de las compañías telefónicas han creado el caldo de cultivo para la emergencia de una legión de vampiros del Wi-Fi, dispuestos a renunciar a casi todo –privacidad, alteridad e incluso dignidad- por una conexión inalámbrica a Internet).

En cuestiones de Wi-Fi y conectividad ubicua parece demostrado que abundan los vampiros y escasean los donantes de sangre.

15.- TONY SOPRANO EN LA SMART CITY: LO LAS CIUDADES SON Y LO QUE SE CUENTA DE ELLAS. GESTIÓN INTELIGENTE DE LOS ACTIVOS INTANGIBLES DE LA CIUDAD.-

[¿Qué hacer cuando la gente ignora las guías oficiales y los folletos turísticos para visitar New Jersey, The Garden State prefiriendo contratar por 40 USD un tour guiado y dramatizado por los lugares en los que Davi Chase situó a Tony Soprano y sus adláteres?]

1189845-quieres-una-precuela-de-los-sopranoAbordo en este apartado una realidad que me parece muy relevante cuando hablamos de comunicar virtudes relevantes de nuestra ciudad y nuestro proyecto, y que apunta a la necesidad de identificar y fortalecer por los activos intangibles de las Ciudades, como paso previo o coetáneo al desarrollo de una estrategia de innovación urbana. Desde luego, apunto a la necesidad de promover e incentivar identificación colectiva y participativa de los hitos que definen a nuestra ciudad y el fortalecimiento y comunicación de estos Activos Intangibles de la Ciudad, como fase previa a la estructuración del relato innovador de nuestro municipio.

En nuestros días, todo es innovación. Innovar se ha convertido en un must para cualquier líder (sea este institucional, empresarial, educativo, religioso) aunque como sucede con otros términos tan en boga en nuestros días, este verbo intransitivo remita a un concepto polisémico, algo sobrevalorado y tremendamente elástico, que lo convierte en una suerte de bálsamo de tigre chino, remedio para todos los males. En todo caso, hay quien a fuerza de (re) interpretar el concepto lo ha sobreprotegido, convirtiéndolo en algo vano y prescindible. Otros, además, al hablar de innovación, actúan como médiums, invocándola sobre una tabla ouija para sorpresa de espectadores y compañeros de mesa, y se ganan muy bien la vida con ello. No en vano, ¿quién no tiene algún vecino que se ha convertido en experto en enfoque ‘Lean’, o ha sido iniciado en los misterios de la ‘unidad mínima de producto viable’?

Más allá de la sofisticación del software de gestión de la ciudad y de la frialdad de los datos y las nuevas métricas de lo urbano, parece llegada la hora de recuperar valores y cualidades intangibles que siempre radicaron en las ciudades y en sus habitantes, y que ahora yacen temporalmente sumergidos bajo el tsunami tecnológico que ha acompañado la adopción acrítica de iniciativas, proyectos y soluciones high-tech en nuestros municipios.

Así, creatividad, habitabilidad, innovación, fiabilidad, solidaridad o sostenibilidad, resiliencia o seguridad bien podrían ser, amplificados en sus efectos por la positiva acción de la tecnología, los pilares sobre los que se asiente el desarrollo y relato de nuestras ciudades inteligentes, incorporando a los ciudadanos, instituciones y ecosistema productivo empresarial a un proyecto común marcado por un fuerte sentimiento de identidad y pertenencia, que se proyecta más allá de los límites territoriales tradicionales de nuestras urbes y los nuevos espacios digitales, casi una nube de influencers, de topografía difusa en los que se juega el futuro de la ciudad.

Por tanto, parece más que recomendable apostar por la consolidación de una Estrategia efectiva de Comunicación del Proyecto Smart City que aborde no sólo las cuestiones materiales y tangibles de la iniciativa, sino también, y de manera específica, cuestiones reputacionales, mucho más estratégicas que la adopción acrítica de nuevos modelos de desarrollo e innovación urbana. ¿Quién querrá vivir en una ciudad notable por su inseguridad ciudadana por mucha información en tiempo real que nos proporcione su Ayuntamiento? ¿Quién se animará a implantar un negocio en un territorio célebre por su burocracia o por la corrupción generalizada? ¿Cuánto talento joven podré atraer a un lugar cuya vida social y cultural es comparable a la del cuadrante noroeste de Groenlandia?.

260613-sopranos-622x350Tomemos el ejemplo de New Jersey, patria real o imaginada de Graham Bell y Toni Soprano, que arrastra una reputación de lugar proclive a la corrupción y funesta connivencia entre poderes económicos y políticos. Aunque el imaginario nos arroja una percepción muy negativa de New Jersey (tampoco ayudó que el Tiburón de Spielberg habitase sus costas) recientes datos objetivos, como el estudio The State Integrity Investigation, interesante proyecto de benchmarking reputacional impulsado y financiado por la Public Radio International, el Centro para la Integridad Pública y Global Integrity, que comparando el nivel de “Integridad” de los distintos Estados de los EEUU, clasifica a Nueva Jersey como el estado con la menor cantidad de riesgo de corrupción de todo el país.

Desde luego, y en íntima relación con los esfuerzos por neutralizar esta perniciosa percepción del Estado de New Jersey asociándola a proyectos de innovación urbana y cultura emprendedora, la administración del Estado está tratando de recuperar el terreno perdido durante estos años, y la pérdida de masa crítica emprendedora e innovadora, con diversos programas e iniciativas.

En cualquier caso, este esfuerzo reputacional, que no sólo es de naturaleza pública, sino que incorpora necesariamente al sector privado y a la sociedad en general que habita y caracteriza nuestras ciudades, empieza por asumir un enfoque crítico y nada autocomplaciente con la realidad de los intangibles de nuestro territorio, aunque incorporando una visión constructiva que permita identificar atributos, carencias y retos de futuro.

Podemos encontrar supuestos parecidos en otras ciudades, cuya reputación y percepción global no son hoy, las mejores (apunto, aquí, el caso de la post-apocalíptica Detroit y la imagen de ciudad fantasma y en bancarrota que arrastra desde hace años (Mi amigo Vitor Pereira la ha visitado hace poco y la describe brillantemente aquí).

La detroit-decadencia-6coetánea/posterior construcción de un relato para la Ciudad, reforzado por elementos tecnológicos o aspectos heterodoxos de innovación urbana descansa en este proceso previo, y no realizarlo es un error. Al margen de la inevitable carga de marketing y los rudimentos de promoción territorial clásica que acompañan toda experiencia de comunicación de los atributos de una ciudad, la honestidad, la transparencia y la escucha activa en un proceso abierto a propios y hostiles enriquecen la visión estratégica haciéndola menos vulnerable a los vaivenes personalistas y el autobombo recalcitrante.

Si puede servir de ejemplo de iniciativa privada en el ámbito de la (buena) reputación territorial y la identificación y promoción de activos intangibles de un territorio y sus actores privados e institucionales, os invito a conocer la experiencia abierta que estamos lanzando desde Sánchez Chillón Abogados en Alicante (España) y como parte de un particular compromiso de Responsabilidad Social Empresarial denominado “FORO GLOBAL ALICANTE – A CITY IN MOTION”, que empieza su andadura este otoño con un ilusionante calendario de actividades sobre el que ahora mismo estamos trabajando.FORO GLOBAL ALICANTE – ALC es un Think Tank de Iniciativa privada y no partidista que impulsa una reflexión dinámica sobre la proyección nacional e internacional de Alicante (España) que se constituye como espacio para la reflexión, el diálogo y la acción orientada a la promoción y defensa de los activos intangibles de Alicante, promoviendo iniciativas de alto impacto reputacional que redunden en beneficio del capital humano, los activos intangibles del territorio y el ecosistema empresarial de la Ciudad de Alicante. Como contrapunto a la actividad internacional de nuestro equipo, Foro Global Alicante apuesta por una híper-FORO GLOBAL BANNER ENG  V DEF HRlocalidad en un entorno universal. Tal vez por ello nos guste decir que hay muchas maneras de comprometerse con el territorio, pero esta es la que a nosotros nos gusta.

16.- ME ABURRO: CIUDADES QUE SON (Y PARECEN) COMO LA COMIDA DE LOS AVIONES.-

Penúltima receta (espero no haber provocado empacho hasta el momento).

Superada la fase de identificación de activos intangibles de nuestra urbe se abre paso el fértil e ilusionante proceso de incorporar nuevas dimensiones al Storytelling de la Ciudad, apostando también por incorporar enfoques propios del discurso transmediático, al que me he referido en alguna ocasión.

Como he apuntado, en esta segunda entrega del Manual Para Digizens pretendía insistir en la idea de que la forma de comunicar la Ciudad Inteligente – y por extensión, la innovación urbana- no funciona (y habrá que cambiarla). Los quiromantes y visionarios (en el más estricto sentido del término), los solo-tecnólogos, los salva-patrias, los vendedores de bisutería smart y los prestidigitadores del digital (tan necesarios y pertinaces en el momento de alumbramiento de un concepto como el de Ciudad Inteligente, como prescindibles conforme aquél se transforma y gana peso alcanzando la categoría de paradigma) han estado a punto de arruinar el relato poliédrico de la Innovación Urbana a fuerza de reducirlo a la jerga comercial y al slang de los procesos, las plataformas y las medidas, exprimiendo sus ubres hasta abocarla a la inanición y una muerte anunciada por aburrimiento.

Desde luego, parece llegado el momento de dar paso a un nuevo modo de concebir y contar la Ciudad Inteligente, uniendo al coro de virtuosos a otros profesionales y enfoques más abiertos a la colaboración y el compromiso de quienes habitan y dan carácter a las ciudades y territorios. Por este motivo, resulta necesario un ejercicio de introspección serena que nos lleve a reconocer en nuestro territorio el talento propio y el compromiso y rol que corresponde a individuos y comunidades urbanas en la consolidación de un proyecto compartido de ciudad, a la vez que se piensa, como segunda derivada estratégica, en cómo ser relevante fuera de los propios límites territoriales y emocionales de la ciudad, compitiendo con otros territorios en un escenario global marcado por la especialización y los grandes retos urbanos.

La afirmación sobre la necesidad de construir un relato creíble y honesto sobre la Ciudad, sobre la base de unos activos intangibles de la misma percibidos colectivamente como atributos privativos que la caracterizan y diferencian de otras, resulta especialmente interesante ante el reto de fiar a la implantación de la tecnología, a caballo de un proceso de innovación urbana, buena parte del discurso de nuestro territorio, incurriendo en el riesgo de parecer idéntico a otras ciudades que utilizan la misma tecnología, plataformas o servicios Smart. En este punto, resulta crucial apostar por un enfoque dinámico en la conformación de la visión Smart City en la que la identidad y los valores integrantes del adn del municipio sean compatibles con fórmulas innovadoras y mejores prácticas adquiridas de la experiencia de otros municipios un proceso de benchmarking razonable.

De igual manera, se hace ahora más necesario que nunca que, frente al fenómeno de la percepción uniformada de las ciudades, como consecuencia y cómo la progresiva mercantilización (por la vía de la terciarización y los efectos de la gentrificación) del espacio aparente y percibido de nuestras ciudades, -al que contribuye también la fuerza uniformadora de la tecnología- impulsar la adopción de decisiones políticas de los responsables del planeamiento y ordenación de la ciudad que ayuden a nuestras ciudades a avanzar en el proceso de especialización estrechamente relacionado con la globalización y la competición universal entre ciudades.

El mundo plano parece exigir que cada ciudad se defina, se especialice y se deconstruya en sus atributos y relato esenciales (el storytelling, lo llamamos ahora), para ser más fácilmente transmitible y entendible como producto de consumo de masas. La inspiración, la copia y cuando no, el ditirambo de lIMG_20150826_220754os espacios urbanos se convierte en patrón de diseño de las ciudades, haciéndolas indistinguibles entre sí. En este proceso, la tecnología puede actuar como catalizador del desastre, haciendo que nuestras ciudades sean como la comida de los aviones: insulsas, planas y ciertamente reconocibles y confundibles. En una sociedad global e híper-conectada como la nuestra, el complejo entramado de elementos que configuran el paisaje de nuestras ciudades y la percepción por sus habitantes y visitantes ha sido reducido únicamente a su imagen, lo que lo hace fácilmente intercambiable y reproducible en otros lugares, pues, una vez desposeída del resto de sus características, esta imagen de la ciudad pierde su arraigo, convirtiéndose en un producto más de los muchos que se ofrecen bajo las leyes del mercado y el intercambio global.

En su virtud, ciudades con diferencias importantes de población, territorio, historia y cultura experimentan transformaciones muy similares y acaban produciendo un tipo de paisaje estandarizado. Ya sea en las áreas urbanas dedicadas al consumo, el entretenimiento o el turismo global, ya en las periferias residenciales suburbanas, el paisaje que observamos muestra el resultado de una urbanización banal, puesto que se puede repetir y replicar con absoluta ubicuidad y con independencia del lugar. Más que de urbanización podemos hablar entonces de lo que Francesc Muñoz ha denominado urbanalización.

Creo en este punto necesario integrar el paradigma y la visión Smart City en el relato de la ciudad y en las estrategias de branding del municipio, incorporando el compromiso con la innovación urbana como recurso para la de nuestra ciudad, como por otra parte, ya han hecho algunas ciudades de manera ciertamente pragmática e intencional, algunas más conocidas y reconocidas en su empeño, como San Francisco, Berlín o Barcelona, otras menos habituales por estos lares como Swansea, en el Reino Unido, recientemente bautizada como “Ciudad de la Innovación” (por Decreto, diría).

17. «ES LA INFLUENCIA, ESTÚPIDO»: ESTRATEGIAS DE LOBBYING Y PUBLIC AFFAIRS PARA CIUDADES (MÁS) INTELIGENTES.-

Above_the_Influence_by_SinisterSeductionPor último, y esto era esperable entre quienes me leen y/o me conocen, acabaré invocando la necesidad de alinear nuestro proyecto de ciudad con el renovado impuso global por alentar un nuevo paradigma de Diplomacia Urbana y de Urban Advocacy para las Ciudades en el marco de una arena internacional elástica, compleja y alternativamente físico-digital, otorgando a esta Diplomacia de las Ciudades del siglo XXI un rol cada vez más significado en el juego global de la toma de decisiones.

No en vano, y pese a que el foco sobre el rol de los estados – nación y las entidades políticas supramunicipales (regiones, lander, comunidades autónomas etc) es amplio, se presta menos atención al emergente papel de las ciudades en esta arena internacional y a las herramientas, estructuras y estrategias que desde los ámbitos públicos (pero también desde los privados) de estas ciudades se idean y ejecutan para la promoción, defensa y protección (proactiva y reactiva) de sus específicos intereses y de sus activos intangibles (reputación, identidad, marca), y todo ello en un contexto como el actual en la que la difusión masiva de herramientas tecnológicas y cultura-red, el afán por la transparencia y la accountability del que hacen gala los nuevos Digizens, la progresiva erosión del poder tradicional (y la consolidación del principio de subsidiariedad urbana (las soluciones a los problemas de las ciudades deben partir de las propias estructuras de la ciudad) imponen nuevos retos y competencias a las ciudades a la vez que otorgan mayor complejidad a los procesos de decisión política y económica mundiales y difuminan el papel de sus actores tradicionales y el de las esferas de influencia internacional.

Las ciudades – y especialmente aquellas capitales que juegan la Major League urbana internacional, aunque no son las únicas- compiten de manera efectiva por captar inversiones, talento y recursos de toda índole con cargo a los ajustados presupuestos públicos, favoreciendo la consolidación de un ecosistema urbano internacional, verdadera emulación tardo-digital del que conociera Marco Polo en los viajes emprendidos desde su Venecia natal en el Siglo XVI.

principal-imagen_3-esEn todo caso, en una época de creciente protagonismo de las ciudades, la acción exterior que hoy llevan a cabo no pocos municipios de manera más o menos estructurada, -en no pocas ocasiones pura y transparente acción de lobby– va mucho más allá de los tradicionales roles del fomento del comercio e intercambio de mercancías o de la cuasi-folclórica voluntad de hermanamiento con otras capitales (quién no recuerda las placas conmemorando estos hitos de la fraternidad urbana con los más dispares territorios dando la bienvenida a tantas ciudades), habiéndose convertido en un verdadero ejercicio de promoción y defensa de intereses de la ciudad en la compleja arena internacional.

En este sentido, cuando me preguntan al respecto, no dejo de aconsejar en el sentido de impulsar, reservando recursos (humanos y económicos para tal fin) un enfoque proactivo de Public Affairs vinculado a la visión Smart City del municipio, identificando a los grupos de interés de cada proyecto e impulsando acciones efectivas de Advocacy y Lobbying al servicio de los objetivos de la iniciativa, lideradas por los responsables políticos municipales pero integrando progresivamente a cuadros de confianza con competencias específicas.

En todo caso, resulta indudable se abre una necesidad de impulsar la consolidación y defensa de una verdadera agenda urbana en el marco de la gobernanza mundial, (muchos de los retos que afronta el planeta son desafíos que habrán de dirimirse en las ciudades), valorando la incorporación de ciudades de todo tamaño al esfuerzo por desplegar, de la manera más profesional posible, una estrategia dMegaphone-with-speech-bubblese Diplomacia Urbana y de Urban Advocacy para la ciudad, en el marco de una arena internacional elástica, compleja y alternativamente físico-digital, otorgando a esta Diplomacia de las Ciudades del siglo XXI un rol que va más allá del que tradicionalmente ha otorgado la doctrina, las escuelas de negocios y los popes de la consultoría estratégica al City Marketing o a la gestión –nuevamente de actualidad- de la Marca-Ciudad, Marca-País etc.

Durante estos meses no me he cansado de repetir, a todo aquél que ha querido escucharme, que, en una época de creciente protagonismo de las ciudades, la acción exterior que hoy llevan a cabo no pocos municipios de manera más o menos estructurada, -en no pocas ocasiones pura y transparente acción de lobby- va mucho más allá de los tradicionales roles del fomento del comercio e intercambio de mercancías o de la cuasi-folclórica voluntad de hermanamiento con otras capitales (quién no recuerda las placas conmemorando estos hitos de la fraternidad urbana con los más dispares territorios dando la bienvenida a tantas ciudades), habiéndose convertido en un verdadero ejercicio de promoción y defensa de intereses de la ciudad en la compleja arena internacional.

Las Ciudades líderes (de todos los tamaños y regiones mundiales) y con verdadera vocación global han definido una agenda de advocacy internacional y doméstica para la defensa de los intereses específicos de los ecosistemas urbanos -en general- y de cada una de las ciudades comprometidas en el esfuerzo de adquirir relevancia global -en particular-, destinando recursos, talento y tiempo a consolidar redes de influencia beneficiosas para sus proyectos y aspiraciones. A este esfuerzo se suma una difusa y variopinta «nube de influencers» digitales (también ‘reales) a los que hay que saber sumar al esfuerzo de promoción y defensa de los activos intangibles (marca, reputación, influencia) de la ciudad, diseminando el mensaje y ampliando su repercusión e impacto entre sus respectivas audiencias. En este sentido, a la legión de «francotiradores» digitales y al creciente y ejemplar desempeño de algunos alcaldes en el ámbito de las relaciones internacionales, cabe sumar a las redes de expatriados con vínculos con la ciudad, así como, en sentido opuesto, a los influyentes residentes foráneos en nuestras ciudades, que han de convertirse en una heterodoxa y asimétrica plataforma de embajada de la ciudad.

Por esta razón, parUrban-statesmanecería conveniente apostar por acciones multi-escenario de representación de intereses de la ciudad como estrategia permanente, implicando recursos y personal público, pero también privado en la defensa de estos intereses de la ciudad en los foros y entornos de decisión territorial (europeo, nacional, regional, redes de ciudades), como parte de una visión global de Diplomacia Urbana para la ciudad, a la que se incorpora, de modo táctico y versátil, el plano de la acción política, el del puro policy making, el liderazgo compartido entre instituciones, empresas y ciudadanos en el diseño y ejecución de esta acción exterior, y el reforzamiento y protección de los intangibles de la ciudad (verdadera porcelana china) en un mundo súper-conectado, híper-social y cada vez más transparente.

He tenido ocasión de analizar este enfoque de Urban Diplomacy en este ensayo específico, y he insistido en su desarrollo en distintas aportaciones, como mis Series sobre Diplomacia Urbana, que han tenido una excelente acogida internacional y a cuyo contenido remito, por si se quiere profundizar en la cuestión y conocer iniciativas prácticas de ciudades y mi valoración sobre las mismas.

En un momento en el que nuestras sociedades son ya un híbrido entre identidades digitales y reales, y nuestras ciudades construidas, las reales, corren el riesgo de convertirse en meros deambulatorios para una nueva generación de Zombie Geeks absortos en una sucesión de burbujas digitales multipantalla, parece llegado el momento de reivindicar la autenticidad del lugar, el genius loci, la fuerza del liderazgo compartido entre instituciones, empresas y sociedad civil para la defensa y promoción de los intereses de las ciudades (verdadera Diplomacia Urbana 2.0), la consolidación de proyectos rentables de base tecnológica y apropiables por la comunidad y la necesidad de activar y comprometer el caudal de inteligencia colectiva (tan abundante en las ciudades) a través de nuevos lenguajes, semánticas y recursos (como la Gamificación o el relato transmediático) que sirvan de puente entre la ubicua realidad digital y el compromiso con un territorio que es el único factor no deslocalizable de cuantos componen los activos de la ciudad.

En todo caso, apostaría por la capacitación, estímulo y motivación de un cuadro de Embajadores del Proyecto de Innnovación de la Ciudad, altamente motivado e implicado en la consecución de los objetivos del mismo, aplicando un enfoque de competencias personales y digitales y una evualuación motivacional para la selección del personal y la distribución de roles y tareas. No en vano, este esfuerzo pasa por la integración del municipio, sus dirigentes y cuadros directivos, con roles activos y dinámicos, en redes y plataformas de ciudades e innovación, fomentando el intercambio de experiencias, el conocimiento compartido y la conformación sindicada de una Agenda (gubernamental y de medios de comunicación) alineada con el creciente rol de las ciudades en los ámbitos nacionales e internacionales de la toma de decisiones, especialmente en cuestiones referidas al cambio climático, resiliencia, nueva gobernanza etc.

Integración horizontal de equipos de trabajo institucionales y privados para la ejecución de los proyectos integrados en la Estrategia Smart City de la ciudad. Colaboración Público-Privada como escenario complementario al desarrollo municipal de la iniciativa, apuntando, en aquellos supuestos en los que se intenta implicar al sector privado, al desarrollo de modelos de negocio que permitan su impulso y financiación.

En este enfoque proactivo de Public Affairs vinculado a la visión Smart City, liderado por los responsables políticos municipales pero que integra de manera progresiva a cuadros de confianza con competencias específicas y otros actores significados, se busca la generación de acciones multi-escenario de representación de intereses de la ciudad como estrategia permanente del municipio, implicando recursos y personal público, pero también privado en la defensa de estos intereses de la ciudad en los foros y entornos de decisión territorial (europeo, nacional, regional, redes de ciudades).

En este momento preparo un análisis algo más exhaustivo que publicaré pronto en Urban 360º en el que analizo las espectaculares estrategias de Asuntos Públicos y Lobby que están empleando los nuevos campeones de la disrupción urbana (Uber, Airbnb; Amazon, Tesla y otros) y cómo la batalla por el marco regulatorio y la influencia marcan el momento actual, aunque el ruido mediático y la atención generalizada se orienten más bien (y de manera intencional, diría) a las consecuencias de esta batalla. En un escenario semi-bélico de Asuntos Públicos en el que son tan importantes los enfoques grassroots como los grasstop, lo que está sucediendo más allá de las cámaras es más que interesante y se vive en términos de audiencias públicas como si de una competición de la Liga se tratase.

CIMvpQoWoAE7q8RSi has llegado hasta aquí, tienes mérito y te lo sabré reconocer. Lo confieso. He terminado exhausto. Confío en la utilidad de este ‘Atlas de Innovación Urbana: Liderazgo municipal y Comunicación de la Ciudad Inteligente’   y de su precedente el ‘Manual para Digizens: Estrategias de Innovación Urbana y Comunicación de la Ciudad’. 

Tras unos días de descanso, regresaré con nuevas reflexiones e ideas. Gracias.

URBAN 360º, the blog runned by Pablo Sánchez Chillón, Urban Affairs, Lawyer, International Speaker, Strategy and Public Affairs Advisor. Pablo is Co-founder of Eolex Citylab, Urban Innovation Advocates (Spain) & Sánchez Chillón Law Office (Spain) and leads the Urban Think Tank ‘ Foro Global Alicante – A City in Motion’. Check Pablo’s late contributions and keynotes here.
Por Pablo Sánchez Chillón. Abogado y CEO de Eolex Citylab y socio de Sánchez Chillón Abogados y Consultores de Innovación Urbana. Editor del blog Urban 360º y Experto en Public Affairs y Diplomacia Urbana. Director del Foro Global Alicante – ‘A City in Motion’.

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